Manny Rodríguez Vega, Tensión y Conexión Interrumpida (detalle), 2011.
[spacer height=”20px”]En su desarrollo como movimiento universal de las artes plásticas, la amplitud del signo abstracto, sin pecar en ser paradoja ni contradicción, puede ser paradigma tanto de lo concreto como de lo esencial. El alcance de su intención puede abarcar expresiones puras que surgen potenciadas por la intuición o que nacen deliberadas a causa de la búsqueda inquisitiva del ser interior o incluso por la interpretación de la mirada sintética de cualquier representación del universo conocido. En términos de caracterizar sus formas y contenidos, sus estructuras pueden comprender una multiplicidad de variantes de los valores formales tan densas y multifacéticas como la subjetividad misma del propio artista que las construya. En resumen, un aspecto sí es definitivo: el arte abstracto siempre será la consecución de una nueva realidad aparte de la existente reconocible y, en ese sentido, puede ser la que al artista libremente se le antoje preferir u, obligado, se ajuste a su necesidad.
El signo abstracto que presenta la exhibición Estados intermitentes, del artista ponceño Manny Rodríguez Vega, hace evidente en cada obra un poco o mucho de todos estos aspectos que definen la abstracción como lenguaje visual creativo. Por eso, según afirma el propio artista, sin dejar a un lado el gesto motor de la intuición, en Estados intermitentes se conjugan, siempre presentes, cuestionamientos existenciales, junto a reminiscencias metafóricas de paisajes u objetos que persisten, por medio de memorias remotas, en un constante reconocimiento de vivencias del ser.
Cada artista que se enfrenta en una exhaustiva búsqueda de su propia verdad atraviesa etapas que no necesariamente toman forma de manera lineal, aunque, en definitiva, al pasar del tiempo se logran juntar en un solo proceso coherente. En Estados intermitentespasa eso, y de ahí deriva, como leitmotiv, la selección de las obras que se presentan en esta colección. El artista, al concebir el concepto, hace un repaso específico de su trayectoria por la pasada década hasta el presente inmediato, que abarca entre dibujos y pinturas una antología concisa de obras, que aun cuando son realizadas en distindos intervalos de tiempo, toman linealidad en la manifestación temporal de su propio modo de estar emocional y reúnen, entre sí, el mismo interés por la investigación plástica de su particular propuesta abstracta.
[spacer height=”20px”]El lenguaje abstracto desarrollado por el artista evidencia notablemente en su contenido y forma un proceso de madurez que se ejemplifica en la constante y equilibrada presencia de varios elementos que denotan una iconografia y estilo reconocible, los cuales a su vez también poseen un alto valor simbólico. En ese sentido, claramente se aprecia que, en las ordenadas composiciones creadas, sobresalen amplios campos de color, en diferentes tonos amarillentos, azulados o rojizos, que en la obra son la representación metafórica de los estados anímicos señalados como intención, así como la presencia acentuada del ocre, que surge substraído en esencia por la fascinación y el impacto visual del cálido paisaje sureño de Puerto Rico. Esa afinidad por su entorno también va acompañada por indelebles marcas de remembranzas de crianza, que cargan la obra con elementos informalistas y matéricos, ricos en texturas en altos y bajos relieves, que el artista aplica con gran dominio y conocimiento del material y que aluden, por un lado, a la herencia familiar en labores de albañilería y construcción o al estado nostálgico por pisar el suelo de antaño en el barrio El Yeso, e incluso al recuerdo de cuerpos de agua, como los recorridos por las riberas del Río Portugués.
Con igual importancia estética y conceptual, el signo abstracto representado por Rodríguez Vega no deja a un lado el uso inteligente de la línea, tanto orgánica como recta. Respectivamente, una aporta el gesto libre de carácter lírico y la otra aparece en combinación insistente en las figuras geométricas reconocibles, pero que, en su caso, dominan la escena por la importancia simbólica otorgada por el artista. Ese es el caso de los círculos que hacen una natural alusión a la idea mística del origen de la vida, del principio y del fin, y también es protagonista el rectángulo, en planos alargados de un extremo a otro que remite en varias obras a la impresión óptica de horizontes infinitos. En fin, tomando en consideración integral el conjunto de todos estos elementos, aparentemente fragmentados, hacen que estas obras posean una cualidad sólida de ambientes o atmósferas atrayentes difícil de eludir, porque invitan a disfrutarla con un sentido de placer pero que, más allá de la propuesta decorativa, obligan a enfrentar filosóficamente al espectador con el poder de sus analogías.
La obra presentada por Manny Rodríguez Vega demuestra el compromiso con su trabajo artístico, por la alta calidad de análisis y factura en la propuesta. La labor creativa del artista ponceño debería alcanzar mayor visibilidad y justo escrutinio de parte de las autoridades formales determinantes de los procesos de las artes puertorriqueñas. Queda pues, de parte del artista, superar el estado actual de su arte y que continúe honrando, sin intermitencia, la rica tradición artística de los maestros que le sirven de referente, en especial los sureños, como Francisco García Burgos, en su impulso primario de estudios, y como Adrián Nelson Ramírez o Julio Micheli Lebrón, de la etapa posterior universitaria, que compartieron su conocimiento y enseñanzas, y a la cual decididamente, por derecho propio, también pertenece.
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[spacer height=”20px”]La exhibición Estados intermitentes, de Manny Rodríguez Vega, estará abierta en la Galería Expresiones Perdidas, de Plaza Caribe, en Ponce, hasta el 31 de diciembre de 2020.