Jun Martínez, Entretanto: Exhibición de una obra en proceso, 2014. Foto: Nicole Curet.
[spacer height=”20px”]“Así de simple es la esperanza:
no creer en el hermético
ni en la malicia que me daña el día”
—Francisco Matos Paoli, “La esperanza”
El viento y la paloma, 1969.
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Escribir sobre un gran amigo es fácil y difícil por igual. Mientras que el entusiasmo de promover su trabajo impregna la hazaña, es fácil pasar por alto profundidades presentes en su obra, quizás más obvias para aquellos que no conocen a su autor. La obra de Martínez [en realidad la familiaridad solo me permite llamarlo por su apodo, “Jun”] me ha intrigado estos años no solo por su predilección por el trabajo figurativo, también por su dinamismo y su afán en el espíritu decimonónico en plein air. También por su fascinación por el óleo. También por cómo él en cada intercambio trata de aplicar ese mismo proceso contemplativo a todo lo que se le presenta. En fin, por encarnar un sentido atemporal de la pintura como oficio. Mientras que los artistas puertorriqueños, desde mediados del siglo pasado, han destacado en su obra temas políticos y de identidad, veo en mi generación una vuelta a temas más primarios. El color, la forma, la naturaleza, la contemplación, lo sagrado. Sí, ese tema casi prohibido, nuestra relación con el ritual, con lo divino, o lo que algunos llamamos Dios.
Observar la obra de Jun me hace pensar en la joven valentía de no prohibirse esa relación. En pensar en la vocación espiritual como una personal y pública. En nuestras muchas conversaciones durante esta cuarentena, Jun ya me había mencionando su interés en continuar el plan de una exhibición este año a pesar de las circunstancias. Me mencionó su idea de usar la galería como taller y conversamos muchas veces de diferentes conceptos teológicos que estudia e inspiran su trabajo. No pasó mucho tiempo antes de que esta exhibición diera fruto. La presente entrevista tuvo lugar por FaceTime el lunes 27 de julio del 2020. Ha sido un regalo y una sorpresa seguir aprendiendo de su obra gracias a este encuentro virtual como ente catalítico.
Laura Rivera Ayala: ¿Cúal ha sido tu rutina durante estas semanas, estando presente en la galería para recibir al público y que puedan visitarte mientras trabajas?
Jun Martínez: Vivo muy cerca de la galería. Me levanto, desayuno y llego a la galería a eso de las 9:30 AM-10AM. Trato de pasar un tiempo solo antes de abrir la galería para leer, estudiar los cuadros y meditar. No pinto durante esa hora, sino trato de encontrar un tiempo de silencio. Comenzamos a recibir al público a las 11AM. No es un show de “live painting”, no es que llega el público y me pongo a pintar, sino que el público está invitado a ver mi proceso. Usualmente interrumpo para hablar con la gente y si se dan las condiciones y lo necesito puedo atender alguna pintura. No es que la gente viene a verme pintar sino que vienen a ver la obra en proceso, que es una distinción.
L.R.A.: Veo que hay dos mesas en el espacio. Una con libros de arte, de poesía, y otra con los materiales para pintar. ¿Cómo estos dos materiales, si le llamamos así, informan tu proceso creativo?
J.M.: Son dos partes distintas del proceso. Cuando estoy pintando tiene que ver con el material, es un asunto más intuitivo y más de la pintura en sí misma. Es atender los asuntos de la pintura. Cuando no estoy pintando es el tiempo de darle sentido a lo que estoy haciendo y entonces ahí entran las referencias tanto de historia del arte, filosofía, teología, poesía, etc. Cuando estoy pintando eso está en mi mente, no es un proceso racional en el cual estoy necesariamente pensando en eso mientras pinto.
L.R.A.: Conversamos hace meses cuando estabas conceptualizando la exhibición y fue el concepto teológico de “ya, pero todavía no” el germen de esta idea. ¿Podrías hablarnos un poco de tu interés en este concepto?
J.M.: Es la liberación del mundo como lo conocemos, que sabemos que libre no es. Libre del sufrimiento, de la corrupción, de la violencia. Lo que plantea el concepto es que ya hay una liberación en función en el presente. Ya hay una utopía en acción a la que te insertas y formas parte. El proceso creativo es como una utopía en acción, estás esperando algo final que hay que terminar pero ya en el proceso mismo el arte está ocurriendo. La liberación no es solo un asunto final o utópico que solamente se espera, sino que ya está en función, aunque no esté completa. El “ya, pero todavía no” es el intermedio. Esta exhibición se inspira de ese intermedio, donde ya está en función esa liberación.
L.R.A.: ¿Tú identificas una liberación en el proceso creativo?
J.M.: El “ya, pero todavía no” es una expresión escatológica. Tiene que ver con el tiempo futuro, con el porvenir. Al final del día lo que tiene que ver es con la esperanza. Además de la liberación, donde yo lo conecto con el proceso creativo, es en la esperanza como una acción, porque en el proceso creativo ya está pasando la obra, ya hay algo ocurriendo, llámese liberación o creación nueva. Una obra que se va perfeccionando. Ya es algo en sí mismo luego de que se comienza, aunque no esté completa. Tú no te sientas a que la obra se complete, sino que tú la trabajas. Es no esperar que algo llegue sino participar en eso que se espera. El arte es un ejercicio de esperanza.
L.R.A.: ¿El arte entonces es un acto de esperanza?
J.M.: En sí mismo es un acto de esperanza. Si tú no tienes esperanza en que vas a completar algo, no lo empiezas. Algo significa lo que estás haciendo. Lo otro es la inercia.
L.R.A.: ¿Cuál ha sido el rol de la teología en el desarrollo de tu obra?
J.M.: Hay una dimensión personal. En mi vida yo he encontrado en la teología un marco, distintos marcos, que me sirven para darle múltiples sentidos a la vida. No es algo fijo, no es algo estático, es algo que se transforma. Lo más importante de la teología es que sobre lo que está tratando de aprender es el misterio. En este aspecto, porque está tratando con el misterio, tiene que ser abierta y estar dispuesta al cambio. De ahí yo la relaciono mucho con el arte. Hay mucho de misterio en la estética.
L.R.A.: … sobre todo si consideramos que el arte es una nueva verdad revelada en el mundo, parafraseando a Heidegger.
J.M.: Esas son tus palabras. Para mí Dios y arte, aunque suene a herejía, están al lado uno del otro. Yo no tengo otra manera de entender a Dios si no es con el arte. Eso no convierte mi obra en religiosa en el sentido dogmático. Hay teologías que quieren ser más sistemáticas. Intentan resolver. Desde la postura con la que yo me acerco no se procura resolver nada. Me interesan mucho las corrientes teológicas latinoamericanas, como la teología de la liberación y la misión integral, corrientes preocupadas por atender la realidad social, no solamente con cosas religiosas o espirituales. Tiene que ver con los problemas del mundo, del ser humano y de la tierra. Eso me lleva a mirar el arte como un asunto que no puede estar separado de la realidad sino que presta atención al contexto y a las cosas que pasan. Y esta influencia no solo viene de la teología, sino de la mística y la poesía también.
L.R.A.: En términos de la mística, casi siempre se habla de su expresión en la tradición literaria, ¿cómo crees tú que la pintura como medio puede encarnar la experiencia mística?
J.M.: Aquí tengo un libro de Ángel Darío Carrero, Inquietud de la huella: Las monedas místicas de Angelus Silesius. El místico trata sobre el misterio y solo cuenta con el lenguaje poético, con la paradoja, con ese lenguaje que es poesía que no te explica totalmente las cosas. Lo mismo en la pintura. Yo no soy místico. Yo no he tenido una experiencia mística propiamente. Creo que de los asuntos cotidianos se puede constituir una mística cotidiana, una capacidad para la práctica contemplativa. Mi pintura es bien contemplativa en su proceso. Es el asunto de detenerme, prestar atención y amar lo que tengo de frente. De ahí viene mi pintura. Eso también implica unos discernimientos, reflexiones que eventualmente se vuelven complejas. No es simplemente apreciar, sino ir más profundo. No separo la contemplación de la acción. Una me lleva a la otra. Es un ciclo. Acción contemplativa o contemplación activa están de la mano. No ignoro esas tensiones. La contemplación no es un asunto utilitarista, yo no uso la contemplación como un medio para otro fin. En el sistema capitalista todo se trata de cómo usar el planeta, la gente, los deseos. La contemplación te lleva a contemplar las cosas en sí mismas. Resalta la dignidad de las personas y la tierra. Ahora bien, pintar es mi trabajo. De algo tengo que comer. Entonces, al final sucede que integro la contemplación a mi oficio. Es una invitación a que cada cual contemple su realidad. Hay gente que me ha dicho que, de momento, “se van” de la exhibición, pensando en sus propios procesos, creativos, de vida o sociales. El tema de la exhibición no solo es mi proceso sino una invitación a pensar en otros procesos individuales y colectivos.
[spacer height=”20px”]L.R.A.: Cuando comenzamos a hablar de esta exhibición, me hizo pensar mucho en el estudio y la galería como un locus, que la tradición occidental es un lugar alegórico, pensando en Vermeer o en Rembrandt, un lugar de reunión y de performance, pensando en Joseph Beuys y las vanguardias. ¿Cómo pensaste tú esa decisión de convertir la galería en tu taller?
J.M.: Hay una realidad: la galería es la galería y no es mi estudio. Aquí lo que en realidad está pasando es que se está afectando la realidad de la galería. Hay una transformación, no solo como espacio de producto terminado cultural a la venta. El proceso no lo puedo vender. No estamos haciendo dinero con el proceso. Y la verdad es que tampoco es algo espectacular. La gente llega y hay caras de confusión porque están viendo algo incompleto. Los primeros días la gente llegó y parecía un chiste: “vine a una galería a ver cuadros en blanco”. La galería se convierte en espacio de creación y ya no solo de consumo. De alguna manera, se convierte en mi taller, era como cuando iba a pintar al bosque. El bosque se convertía en mi taller, pero no dejaba de ser bosque. No dejaba lo que era de ser libre de mí. La galería es mi taller en cuanto yo estoy aquí pintando.
L.R.A.: En una de tus entrevistas mencionaste que luego del Huracán María te enfrentaste a ese reto de no poder ir a pintar al bosque. ¿Cómo ha sido ese proceso de responder a las distintas crisis ambientales que han ocurrido en los últimos años?
J.M.: Dos lugares y ninguno (2018) fue la última exhibición que hice, trabajaba con ese problema que después del huracán yo había perdido mi espacio de trabajo. Esa exhibición respondía a una crisis y a un desplazamiento. No de una manera positiva —aquí no pasó nada, seguimos pa’ lante— sino reconociendo los límites del proceso de la pintura. Lo primero es reconocer que las cosas cambiaron. En esta exhibición pasa más o menos lo mismo. La pintura es una manera de acercamiento a la realidad y no siempre es agradable. La pintura no tiene que darse en condiciones ideales. Yo tenía dos exhibiciones este año, una se pospuso y otra se transformó en esto, aunque la idea original era totalmente distinta. Las cosas cambiaron y para mí no bastaba hacer lo mismo bajo condiciones distintas. Hacía falta otro proyecto para otras condiciones. Ahora lo que estoy pintando es la memoria de la pintura del bosque como metáfora, en este caso, del “ya, pero todavía no”, pero que a la vez son abstracciones. Es el lenguaje de la pintura del bosque, aplicado a la pintura de taller. El bosque se convirtió en escuela para la práctica fuera de allí.
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L.R.A.: Me parece interesante tu interés en desmitificar la pintura como una mercancía y viabilizar el oficio del pintor en el espacio de una galería comercial.
J.M.: Hice eso, con toda la intención, en términos de la pintura, de esta idea de que la pintura se entiende como un producto que compras o contemplas. También hay un tipo de consumo en ese disfrute. En este proyecto enfatizo la pintura no como un objeto, sino como la acción de pintar. Es eso lo que estoy presentando. Más de lo que ves colgado en la pared, es un evento en el tiempo: lo que el artista hace cuando está pintando.
L.R.A.: En estos momentos de pandemia y distanciamiento social, ¿qué ha significado organizar una exhibición presencial?
J.M.: Intento facilitar este espacio con todas las precauciones, respetando el riesgo de la pandemia, pero creando un espacio de intimidad y cercanía que es muy difícil de conseguir ahora mismo. Mucha gente me ha dicho: “yo no veía arte en persona desde febrero”. Y en este caso no solo vienen a ver obras de arte, sino a ser testigos y partícipes del proceso.
[spacer height=”20px”] [spacer height=”20px”]La exhibición Entretanto: Exhibición de una obra en proceso, de Jun Martínez, está abierta hasta al 7 de agosto del 2020 en Walter Otero Contemporary Art, en San Juan. En un futuro próximo volverá a abrir sus puertas con todas sus obras y con el montaje al completo.