Adál regresó a Puerto Rico hace una década. En ese momento emprendió un camino de reencuentro con su Isla (que nunca había olvidado, cultivando la fotografía documental de espacios rurales de Puerto Rico en la serie Promesa de reyes y allegándose siempre al mundo cultural puertorriqueño mientras vivió en Nueva York). Una vez de vuelta, emprendió su búsqueda del espacio del arte en la isla. Lo hizo mediante la fotografía. Uno a uno, fue buscando a curadores y a artistas del patio, y retratándolos.
Parece mentira, porque vivimos rodeados de fotografías, pero un retrato de artista es algo que impone, sobre todo cuando tienes conciencia de que ese retrato se unirá al de tus pares y amigos. Las fotos que tenemos son producto del cariño –las toma nuestra familia, nuestros amigos–, pero el retrato hecho por un fotógrafo es una confrontación con la mirada del otro. Y en el caso de las fotografías de Adál, también es un proceso de complicidad con el otro. Dejarse retratar por él era dejarse entrar en su juego.
Una serie de retratos de Adál ponía a la gente a brincar. El resultado era no solo juguetón –brincar es algo de atleta, de acróbata y de niño– sino también extraordinario, porque el esfuerzo físico hacía que el modelo se olvidara de posar, de cómo se ve y cómo l@ ven. En realidad, en el salto se revela algo de cómo es uno. Lo sé porque me tomó una foto brincando que guardo celosamente (porque me reconozco, pero no me gusta lo que veo: puro esfuerzo, poco juego).
Mientras nos retrataba, Adál se autorretrataba. Continuó haciendo autorretratos, un género que llevaba décadas cultivando, desde sus décadas de intenso auto-escrutinio en Nueva York, donde acuñó la idea de los puertorriqueños “fuera de foco”. Sus autorretratos de ahora jugaban con el narcisismo de los selfies, pero para revelar elementos de la identidad puertorriqueña y el sentido del humor extraño, “wacky”, de Adál. Temprano en su carrera, cuando estudiaba en San Francisco, y luego cuando vivía en Nueva York, le habían descrito como surrealista, pero como el Caribe es tan extraño… los autorretratos de Adál se amoldaban a la experiencia de un Puerto Rico lleno de contradicciones.
En su penúltima serie, Puerto Ricans Under Water, convocó a sus modelos por las redes sociales: en instagram y en facebook. Y los retratos se volvieron una colaboración con todo tipo de gentes. Las del mundillo del arte, los “usual suspects”, pero también estudiantes y gente que se gufiaba la idea de que lo retrataran sumergido bajo el agua, en una estrecha bañera azul, en Santurce. La mezcla entre la claustrofobia, la colaboración del artista y su modelo, y el aspecto alegórico de unas fotos de ahogados en una isla ahogada de deduas hizo de esta una serie que resonó tremendamente con el público. La forma de difundir la serie –a través de las redes sociales– transformó la relación del fotógrafo de arte con el público. En el 2018, finalmente tomó el paso de publicar un libro de artista, una especie de “chapbook”, para documentar de una forma más tradicional el trabajo.
Hace perfecto sentido que, al morir Adál, sus exequias fúnebres hayan sido en las redes sociales. En cuanto se difundió la noticia de su muerte, decenas de personas subieron a sus redes sociales los retratos que Adál les había hecho: de los “Jumping Portraits”, de los “ahogados” y de su última serie, la de “los dormidos”, que para él eran alegoría del colonialismo, pero que ahora parecen metáforas de la muerte. Más conmovedor que cualquier homenaje público, este testimonio en línea reveló cómo el fotógrafo caló hondó en la vida artística en Puerto Rico durante su última década de vida. Más aún, reveló cómo el retrato, que en la época del internet puede parecer un ejercicio de exhibicionismo y/o de narcisismo, se puede convertir en auténtico diálogo entre el artista y el retratado, y entre el retratado y el mundo. Curadores de nuestras imágenes cibernéticas, al dejarnos tomar una foto por Adál, nos rendíamos, al menos parcialmente, a su proyecto y a su mirada. Al dejarnos retratar por Adál, formamos una comunidad amplia, heterogénea y visible.